viernes, 13 de febrero de 2009

El moquetón digital, sobornado

La semana laboral acaba, como casi todos los viernes por la tarde disfruto de mis dos tesoritos. Luego saldremos a dar una vuelta. Se acerca un fin de semana que espero sea provechoso. Mañana sábado iré a llevar a Joselillo a jugar a fútbol, últimamente nos lo pasamos fenomenal. Si todo va bien, el pintor acabará de pintarnos la casa. El domingo iremos a bailar salsa, Aaaasúcar!!! Nos lo pasamos pipa, no sabía que dentro de mi, muy dentro, había un salsero, es broma, de salsero, nada, sólo me lo paso pipa.

Algunos de los lectores de este blog, me habéis acusado de porrero adolescente, por mis razonamientos un tanto fuera de tono. Quizá, no os falte algo de razón, eso me lo guardo para mi. Alguien incluso, ha desempolvado el album de fotos y he de decir que he sido sobornado con publicar en revistas y periódicos de tirada nacional, fotos de un presente en actitud indecorosa. A ese malandrín, le he de decir que mis abogados se han puesto ya manos a la obra y que nos veremos en los tribunales y si no, que tenga por seguro que tengo un arsenal de fotos equivalente al que puedas tener. ¡¡¡Esto es la guerra!!! Te mando un moquetón digital bien dao.

Bueno, os prometo una cosa, no vuelvo a escribir nada hasta la semana que viene por lo menos. Hasta entonces quería despedirme con un chistecito que seguro, no conocéis, espero no ofender a nadie, pero es que me he estado partiendo el ojal un buen rato,

aaaagur,

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Una monjita se sube a un taxi en medio de la noche oscura. El taxista durante todo el camino se le queda mirando por el espejo y cuando ella se da cuenta, le pregunta:
- Hijo… ¿Qué es lo que ves?
- Perdón madre, me da mucha pena decírselo, yo no quisiera ofenderla.
- Pero, hijo mío, en mi vida yo he visto muchas cosas y no creo que puedas decirme algo que me pueda ofender.
- Bueno, es que toda mi vida he tenido la fantasía de que una monja me haga sexo oral.
La monja se queda sin habla y luego dice:
- Pues… no lo sé, en primer lugar tendrías que ser católico y además tendrías que ser soltero.
A lo que el taxista responde emocionado:
-¡Sí, yo soy católico y soy soltero!
La monja se queda sin argumentos y acepta la propuesta del taxista. Este se mete a un callejón y la monja le cumple su deseo. Cuando han terminado, el taxista empieza a llorar y pregunta la monja:
- Hijo, ¿qué te pasa? ¿por qué lloras?
- ¡Perdóneme madre, he pecado! Soy judío y estoy casado.
- No te preocupes, yo soy gay, me llamo Arturo y voy a una fiesta de Halloween.









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