viernes, 27 de marzo de 2009

Los viajes de Gulliver

Las semanas en las que tengo que hacer algún viaje, me pasan especialmente rápidas. En concreto esta semana tuve que irme a un pueblo llamado Salt cerca de Girona. Normalmente no hago este tipo de trabajos pero esta semana todos mis compañeros estaban en diferentes viajes con lo que yo me he tenido que ir.
No es que me moleste especialmente viajar. La verdad es que de vez en cuando si que está muy bien especialmente cuando no se trata de sitios de agobio como Madrid o Barcelona. En este caso en Girona nunca había estado con lo que tenía bastantes espectativas en lo que respecta al viaje.
He salido de casa muy temprano, pensando en llegar lo antes posible para acabar todo el trabajo en un día. He salido a las 4:30 de la mañana, imaginaros el madrugón.
De camino he ido oyendo la radio. Cuando viajas en coche por la noche, se crea una atmósfera especial entre el coche, la carretera y tu. No hay paisaje, no hay ciudades por las que atravesar ni nada debido a la oscuridad con lo que es un momento en el que es fácil encontrarse con uno mismo. Y los pensamientos fluyen. De Torrent a Girona, hay unas 5h. Casi 3h las hice en la más absoluta oscuridad. Primero la radio y luego música a toda caña. Poco a poco el ocaso da lugar al orto. Las luces del alba comienzan a abrirse paso entre las sombras del horizonte y campos, casas y montañas comienzan a aparecer. Ya no es lo mismo.

Finalmente llegué a mi destino. Girona es una ciudad pequeña rodeada de campos de cereales verdes en primavera junto a bosques. Es una zona bastante bonita y distinta a lo que estoy acostumbrado. Pude dar una vuelta. Me fui hacia un pueblo llamado Bescanó y llegué por una serperteante carretera casi hasta Olot. El paisaje allí es precioso, los pueblos auténticos. Algún día volveré más tranquilamente pues me gustó mucho.

martes, 10 de marzo de 2009

El pasado sábado celebramos el cumpleaños de Joselillo. Fue un día especial. Será uno de esos días que guardaré para siempre en mi maltrecha retina. Por la mañana, cuando se levantó se le notaba una alegría especial. Esa sonrisa pura, limpia y natural de un niño inocente. Me preguntó, - ¿Papi, cuándo vamos al Camelot?
- Esta tarde, cariño, hasta esta tarde no vamos al Camelot.
- Pero papi, dijo, yo quiero ir ya.
No fuimos al Camelot, nos fuimos al Sant Gregori porque por la mañana jugaba como todos los sábados al fútbol. La verdad es que estaba pletórico de felicidad, todos sus amiguitos le felicitaron y él estaba super contento. En el partido se lo pasó genial, corrió para arriba y para abajo.
Cuando terminó, le pregunté, ¿Cómo te lo has pasado? Muy bien, papá, hemos ganado, me lo he pasado muy bien. Sus ojos y su expresión destilaban una mezcla de inocencia, felicidad y excitación.

Por la tarde fuimos al Camelot, vinieron los primos Fran y Carla, Rubén, los amiguitos del colegio Pau y su hermano Marc, Sergi Calvo, Sergi Regatero y Mario, y los amiguitos del fútbol, Alvarito, Álvaro, Guiller y Nico. Que no se me olvide Anna que también se lo pasó genial.

Se lo pasarón todos genial. Yo también me lo pasé bomba y me partía de risa, viendo a los nanos para arriba y para abajo pegando pelotazos, tirándose por las txirristras (averiguad lo que es).
Bueno, bueno, qué os voy a contar. Le regalaron muchas cosas y todo salió fenomenal.

Tengo dos hijos que son como dos soles, los quiero más que a mi vida. Si algún día pierdo la vista, lo que más me fastidiará es no poder ver a mis hijos.